Podría tratarse de un impacto cósmico, erupciones volcánicas, colisiones planetarias o de un cambio climático catastrófico... todas son posibilidades reales que BBC Focus exploró.
Impacto cósmico
Impacto cósmico
Por mucho tiempo desestimada por ser considerada producto de una fantasía medieval, la posibilidad de devastación celeste ahora es percibida como una amenaza real.
El cambio de percepción ocurrió en la década de 1980, a raíz de la evidencia del impacto de un asteroide a unos 10 kilómetros de México hace 65 millones de años, es decir, en la época de la extinción de los dinosaurios.
La amenaza de los impactos cósmicos se mantiene. En junio de 1908, cientos de kilómetros cuadrados del noreste de Siberia -cerca del río Tunguska- fueron devastados por la caída de un asteroide de 50 metros de ancho.
Posteriormente, en 1989, el asteroide de 300 metros de ancho 4581 Asclepio pasó por el mismo lugar en el que había estado la Tierra menos de seis horas antes, lo cual, en términos cósmicos, es muy apretado.
Si hubiera chocado con la Tierra, la devastación hubiera sido equivalente a la detonación de más de mil bombas atómicas del tipo de la lanzada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Y si, como es más probable, hubiera aterrizado en el océano, el tsunami que se hubiera producido habría sido lo suficientemente grande como para sepultar a ciudades costeras enteras.
El susto llevó al lanzamiento del NASA Spaceguard Survey en 1998, organismo encargado del descubrimiento y seguimiento del 90% de los "objetos próximos a la Tierra" (también conocidos como NEOs, por sus siglas en inglés) mayores de 1 kilómetro de diámetro, es decir, lo suficientemente grandes como para causar destrucción global.
Sin embargo, según un informe de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (NAS) publicado en mayo, el catálogo de objetos aún no está completo y el año pasado fue encontrado un objeto próximo a la Tierra de más de 2 kilómetros, lo que indica que podría haber más acechando allí afuera sin ser detectados.
Según el informe de la Academia NAS, los NEOs que se encuentran en curso de una colisión podrían ser desviados hacia caminos diferentes utilizando explosiones nucleares.
Pero lograr tales maniobras tardan décadas y no sirven para NEOs de más de unos pocos kilómetros de ancho.
Contra éstos, concluye el informe, "no existe actualmente ninguna defensa posible".
Mientras tanto, los acercamientos alarmantes continúan: en enero pasado un meteorito de diez metros de ancho, denominado 2010 AL30, pasó a 122.000 kilómetros de la Tierra.
Erupciones volcánicas
De todas las causas de agitación global en el futuro, ninguna es más plausible, probada e inevitable que las erupciones volcánicas.
Activadas por la desintegración radiactiva de los elementos atrapados en el interior de la Tierra desde su formación hace 4.500 millones de años, las erupciones de los volcanes han reformado a nuestro planeta varias veces.
En el proceso, han desempeñado un papel clave en las extinciones en masa, incluida la "Gran Mortandad" registrada hace 251 millones de años, la mayor catástrofe jamás sufrida por los seres vivos en la Tierra.
Pero a diferencia de cualquier otra fuente de trastorno global, los volcanes también han tenido efectos devastadores en el pasado muy reciente y podrían volver a provocar este tipo de consecuencias en cualquier momento.
Las erupciones causan destrucción de diferentes maneras, el único factor común es que nada se puede hacer para detenerlas.
El más obvio es la explosión directa: cuando entró en erupción el volcán del Monte Tambora en Indonesia, en 1815, lo hizo con la violencia de un millón de bombas atómicas similares a la de Hiroshima, los efectos de la explosión provocaron más de 90.000 muertes en las áreas cercanas.
Además, los científicos ahora saben que tales explosiones titánicas también tienen efectos mucho más amplios y de larga duración.
En 1991, la erupción del volcán del Monte Pinatubo en Filipinas -la más violenta de nuestros tiempos- removió un estimado de diez millones de toneladas de detritos en la atmósfera.
Durante los siguientes 15 meses, los niveles de luz solar en todo el planeta se redujeron en alrededor de 3%, haciendo que las temperaturas globales cayeran en aproximadamente 0,5°C.
Además, está el efecto de los gases liberados por las erupciones. Se piensa que la enorme pérdida de vida marina que tuvo lugar durante la "Gran Mortandad" a fue principalmente el resultado de la acidificación de los océanos causada por la mezcla del dióxido de carbono de los volcanes con el agua de mar.
El dióxido de azufre es otra amenaza: el volcán del Monte Pinatubo inyectó 20 millones de toneladas de este gas ácido en la estratosfera, donde atacó a la capa de ozono que nos protege de las cancerígenas radiaciones ultravioleta del Sol.
El peor escenario es que una serie de mega erupciones como esas puedan ocurrir en sucesión.
Ha pasado antes: la "Gran Mortandad" ha sido vinculada con más de 100.000 años de actividad volcánica en lo que hoy es Siberia. Sólo el tiempo dirá si la ebullición de calderos radiactivos bajo nuestros pies pueden provocar una explosión apocalíptica.
Colisiones planetarias
En la década de 1950, el psiquiatra ruso Immanuel Velikovsky alcanzó las listas de best sellers con el libro "Worlds in Collision" (Mundos en colisión), que describe un momento en que los planetas iban a toda velocidad alrededor del Sistema Solar como bolas de billar.
Los científicos desestimaron a Velikovsky por sus ideas y las calificaron de descabelladas.
Sin embargo, más de 30 años después de su muerte, las "alocadas" ideas de Velikovsky ya no parecen tan desatinadas.
Simulaciones por computadora han demostrado que la procesión de los planetas alrededor del Sol pueden sufrir períodos de caos cósmico.
El culpable de esto es la denominada resonancia gravitacional, con la que los planetas reciben frecuentes "sacudidas" de sus vecinos.
Con el tiempo, éstas se suman para producir cambios dramáticos en la forma y el tamaño de las órbitas de los planetas.
El año pasado, Jacques Laskar y Mickael Gastineau del Observatorio de París en Francia revelaron qué tan dramático puede ser esto.
Utilizando una red de supercomputadoras lograron simular el futuro del Sistema Solar y encontraron que los efectos de resonancia podrían dar lugar a colisiones entre algunos planetas, entre ellos, la Tierra, en peligro de ser golpeada por Marte, Venus y Mercurio.
El riesgo es mucho menos del 1% en los próximos cinco millones de años.
Afortunadamente, porque la única forma de que los seres humanos se salven de tal catástrofe es que abandonando la Tierra en busca de un nuevo hogar.
Cambio climático catastrófico
En 1988, la primera ministra británica Margaret Thatcher le advirtió a líderes científicos británicos sobre su temor de que al producir cada vez más gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono "sin saberlo, hemos iniciado un experimento masivo con el sistema de este planeta".
Dos décadas después, la amenaza del calentamiento global parece haber mermado, con la estabilización del aumento de la temperatura global.
Sin embargo, los científicos advierten que con naciones que emiten cada vez más gases de efecto invernadero a la atmósfera, es probable que la pausa sea temporal.
Según un reciente estudio realizado por expertos del clima en la Oficina Meteorológica del Reino Unido, las temperaturas globales podrían volver a subir a partir de 2011. En la próxima década, al menos cinco años podrían ser más calurosos que 1998, el más caliente de la historia registrada.
Qué impacto tendrá esto en nuestro planeta sigue siendo una de las preguntas más controvertidas de nuestro tiempo.
En el centro del debate están los denominados mecanismos de retroalimentación positiva, que convierten los pequeños cambios en trastornos climáticos que ocurren demasiado rápido para que la sociedad pueda enfrentarlos.
Por ejemplo, a medida que la temperatura de la Tierra aumenta, se incrementa el vapor de agua que se evapora de los océanos. Ese vapor ingresa a la atmósfera atrapando más el calor del Sol, lo que a su vez lleva a que las temperaturas globales se eleven aún más.
En 2005, algunas investigaciones indicaron que el aumento del calentamiento global podría descongelar vastas reservas de metano -un potente gas contaminante- escondidas en las profundidades en Siberia, lo que provocaría un efecto de retroalimentación positiva.
De acuerdo con la organización ambientalista Amigos de la Tierra, el resultado "podría desencadenar un calentamiento global que se escapa de nuestro control".
Aunque hay poca evidencia de la amenaza inmediata de una catástrofe, a principios de este año un equipo dirigido por Natalia Shakhova de la Universidad de Alaska reportó haber encontrado metano filtrándose en los mares que rodean a Siberia y llamó a que se investigara cuál será el efecto.
El cambio de percepción ocurrió en la década de 1980, a raíz de la evidencia del impacto de un asteroide a unos 10 kilómetros de México hace 65 millones de años, es decir, en la época de la extinción de los dinosaurios.
La amenaza de los impactos cósmicos se mantiene. En junio de 1908, cientos de kilómetros cuadrados del noreste de Siberia -cerca del río Tunguska- fueron devastados por la caída de un asteroide de 50 metros de ancho.
Posteriormente, en 1989, el asteroide de 300 metros de ancho 4581 Asclepio pasó por el mismo lugar en el que había estado la Tierra menos de seis horas antes, lo cual, en términos cósmicos, es muy apretado.
Si hubiera chocado con la Tierra, la devastación hubiera sido equivalente a la detonación de más de mil bombas atómicas del tipo de la lanzada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Y si, como es más probable, hubiera aterrizado en el océano, el tsunami que se hubiera producido habría sido lo suficientemente grande como para sepultar a ciudades costeras enteras.
El susto llevó al lanzamiento del NASA Spaceguard Survey en 1998, organismo encargado del descubrimiento y seguimiento del 90% de los "objetos próximos a la Tierra" (también conocidos como NEOs, por sus siglas en inglés) mayores de 1 kilómetro de diámetro, es decir, lo suficientemente grandes como para causar destrucción global.
Sin embargo, según un informe de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (NAS) publicado en mayo, el catálogo de objetos aún no está completo y el año pasado fue encontrado un objeto próximo a la Tierra de más de 2 kilómetros, lo que indica que podría haber más acechando allí afuera sin ser detectados.
Según el informe de la Academia NAS, los NEOs que se encuentran en curso de una colisión podrían ser desviados hacia caminos diferentes utilizando explosiones nucleares.
Pero lograr tales maniobras tardan décadas y no sirven para NEOs de más de unos pocos kilómetros de ancho.
Contra éstos, concluye el informe, "no existe actualmente ninguna defensa posible".
Mientras tanto, los acercamientos alarmantes continúan: en enero pasado un meteorito de diez metros de ancho, denominado 2010 AL30, pasó a 122.000 kilómetros de la Tierra.
Erupciones volcánicas
De todas las causas de agitación global en el futuro, ninguna es más plausible, probada e inevitable que las erupciones volcánicas.
Activadas por la desintegración radiactiva de los elementos atrapados en el interior de la Tierra desde su formación hace 4.500 millones de años, las erupciones de los volcanes han reformado a nuestro planeta varias veces.
En el proceso, han desempeñado un papel clave en las extinciones en masa, incluida la "Gran Mortandad" registrada hace 251 millones de años, la mayor catástrofe jamás sufrida por los seres vivos en la Tierra.
Pero a diferencia de cualquier otra fuente de trastorno global, los volcanes también han tenido efectos devastadores en el pasado muy reciente y podrían volver a provocar este tipo de consecuencias en cualquier momento.
Las erupciones causan destrucción de diferentes maneras, el único factor común es que nada se puede hacer para detenerlas.
El más obvio es la explosión directa: cuando entró en erupción el volcán del Monte Tambora en Indonesia, en 1815, lo hizo con la violencia de un millón de bombas atómicas similares a la de Hiroshima, los efectos de la explosión provocaron más de 90.000 muertes en las áreas cercanas.
Además, los científicos ahora saben que tales explosiones titánicas también tienen efectos mucho más amplios y de larga duración.
En 1991, la erupción del volcán del Monte Pinatubo en Filipinas -la más violenta de nuestros tiempos- removió un estimado de diez millones de toneladas de detritos en la atmósfera.
Durante los siguientes 15 meses, los niveles de luz solar en todo el planeta se redujeron en alrededor de 3%, haciendo que las temperaturas globales cayeran en aproximadamente 0,5°C.
Además, está el efecto de los gases liberados por las erupciones. Se piensa que la enorme pérdida de vida marina que tuvo lugar durante la "Gran Mortandad" a fue principalmente el resultado de la acidificación de los océanos causada por la mezcla del dióxido de carbono de los volcanes con el agua de mar.
El dióxido de azufre es otra amenaza: el volcán del Monte Pinatubo inyectó 20 millones de toneladas de este gas ácido en la estratosfera, donde atacó a la capa de ozono que nos protege de las cancerígenas radiaciones ultravioleta del Sol.
El peor escenario es que una serie de mega erupciones como esas puedan ocurrir en sucesión.
Ha pasado antes: la "Gran Mortandad" ha sido vinculada con más de 100.000 años de actividad volcánica en lo que hoy es Siberia. Sólo el tiempo dirá si la ebullición de calderos radiactivos bajo nuestros pies pueden provocar una explosión apocalíptica.
Colisiones planetarias
En la década de 1950, el psiquiatra ruso Immanuel Velikovsky alcanzó las listas de best sellers con el libro "Worlds in Collision" (Mundos en colisión), que describe un momento en que los planetas iban a toda velocidad alrededor del Sistema Solar como bolas de billar.
Los científicos desestimaron a Velikovsky por sus ideas y las calificaron de descabelladas.
Sin embargo, más de 30 años después de su muerte, las "alocadas" ideas de Velikovsky ya no parecen tan desatinadas.
Simulaciones por computadora han demostrado que la procesión de los planetas alrededor del Sol pueden sufrir períodos de caos cósmico.
El culpable de esto es la denominada resonancia gravitacional, con la que los planetas reciben frecuentes "sacudidas" de sus vecinos.
Con el tiempo, éstas se suman para producir cambios dramáticos en la forma y el tamaño de las órbitas de los planetas.
El año pasado, Jacques Laskar y Mickael Gastineau del Observatorio de París en Francia revelaron qué tan dramático puede ser esto.
Utilizando una red de supercomputadoras lograron simular el futuro del Sistema Solar y encontraron que los efectos de resonancia podrían dar lugar a colisiones entre algunos planetas, entre ellos, la Tierra, en peligro de ser golpeada por Marte, Venus y Mercurio.
El riesgo es mucho menos del 1% en los próximos cinco millones de años.
Afortunadamente, porque la única forma de que los seres humanos se salven de tal catástrofe es que abandonando la Tierra en busca de un nuevo hogar.
Cambio climático catastrófico
En 1988, la primera ministra británica Margaret Thatcher le advirtió a líderes científicos británicos sobre su temor de que al producir cada vez más gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono "sin saberlo, hemos iniciado un experimento masivo con el sistema de este planeta".
Dos décadas después, la amenaza del calentamiento global parece haber mermado, con la estabilización del aumento de la temperatura global.
Sin embargo, los científicos advierten que con naciones que emiten cada vez más gases de efecto invernadero a la atmósfera, es probable que la pausa sea temporal.
Según un reciente estudio realizado por expertos del clima en la Oficina Meteorológica del Reino Unido, las temperaturas globales podrían volver a subir a partir de 2011. En la próxima década, al menos cinco años podrían ser más calurosos que 1998, el más caliente de la historia registrada.
Qué impacto tendrá esto en nuestro planeta sigue siendo una de las preguntas más controvertidas de nuestro tiempo.
En el centro del debate están los denominados mecanismos de retroalimentación positiva, que convierten los pequeños cambios en trastornos climáticos que ocurren demasiado rápido para que la sociedad pueda enfrentarlos.
Por ejemplo, a medida que la temperatura de la Tierra aumenta, se incrementa el vapor de agua que se evapora de los océanos. Ese vapor ingresa a la atmósfera atrapando más el calor del Sol, lo que a su vez lleva a que las temperaturas globales se eleven aún más.
En 2005, algunas investigaciones indicaron que el aumento del calentamiento global podría descongelar vastas reservas de metano -un potente gas contaminante- escondidas en las profundidades en Siberia, lo que provocaría un efecto de retroalimentación positiva.
De acuerdo con la organización ambientalista Amigos de la Tierra, el resultado "podría desencadenar un calentamiento global que se escapa de nuestro control".
Aunque hay poca evidencia de la amenaza inmediata de una catástrofe, a principios de este año un equipo dirigido por Natalia Shakhova de la Universidad de Alaska reportó haber encontrado metano filtrándose en los mares que rodean a Siberia y llamó a que se investigara cuál será el efecto.
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